jueves, 17 de enero de 2008

REDESCUBRIENDO A PABLO


REDESCUBRIENDO A PABLO
    
“Entre nosotros dos la poesía
se toca como piel celeste,
y contigo me gusta recoger un racimo,
este pámpano, aquella raíz de las tinieblas”.
Pablo Neruda
 
 
 
Me enamoré de Pablo.
 
Comenzó nuestra historia
 
-mi historia, que lo incluye
 
como el puerto a la ola-
 
en mis noches primeras de adolescente trágica.
 
Con los versos más tristes escritos por su pluma
 
matizaba mi ocaso vestido con el hábito
 
pesado del silencio.
 
Y yo, que era la misma de entonces y de siempre,
 
y quizás no entendía,
 
tiritaba desnuda con los astros azules.
 
 
 
Cuántos años pasaron;
 
cuántos versos leídos con ardor, con vehemencia,
 
refutados o amados.
 
Cuántos hombres de letras destripados sin culpa
 
en la aséptica mesa de las disertaciones.
 


Me codeé con juglares mejores y peores

hasta olvidar a Pablo.

Hasta olvidarlo casi. 



Con la paciencia inmóvil del muerto que persiste,

del amante negado, del obrero excluido,

esperaba el poeta.

Y cuando fui madura como el trigo y la uva

arrojó a mi regazo una rosa distinta

-la Rosa Separada, la Reina del Océano-.

Y yo, que ya no soy

la misma que era entonces

y que por fin comprendo,

redescubrí gozosa su verso indestructible,

su florida palabra.

Y hoy camino tomada de su mano celeste

por la isla lejana

y siento que esta noche de hoy es esa misma

que blanqueaba los árboles

silentes del pasado,

porque así,

libertados del tiempo y del espacio

son los grandes amores. 








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