viernes, 10 de octubre de 2008

ÉSE ES EL HOMBRE


ÉSE ES EL HOMBRE



Ése es el hombre.

Ése es el hombre que amabas.

Una imagen que persiste en la memoria

fundada sobre las ruinas

de los relojes impugnados.

No tiene boca para decir siempre,

pero sus manos dicen nunca.

Ése es él,

despeñándose como una lluvia inmensa

sobre el ocio de tus días,

una flor que deshoja su tiempo

en los gestos mudos de tu cuerpo.

Ésa es su piel de alba amordazada

respirando

en la húmeda llanura de tus piernas,

un caldero de estrellas

quemándole los ojos

a las bestias del olvido.

Ése es su catálogo de máscaras:

la duna perpleja resistiendo

en la playa de tus ensoñaciones,

la fornicación de palabras coartando

el vidrio instintivo de tu garganta,

la fragua donde se forjan las cadenas

del pecado original.

Y esa risa,

con resabios de hielo,

con antepasados de animales colosales

remolcando sus ferocidades

en tus zonas prohibidas.



Todas las corrientes te arrastraron

hasta ese rostro

apadrinado por tu ternura.

Un llamado de arena

le dio alas

a la palpitación de tu naufragio.



Tu credencial de amor está vencida.

Ése es el hombre.

El que no te recuerda.

El que nunca se aleja de tu miedo.






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