viernes, 23 de enero de 2009

EL TIPO QUE ESCRIBÍA LOS MAILS NO ERA TOM HANKS


EL TIPO QUE ESCRIBÍA LOS MAILS NO ERA TOM HANKS 



A la poesía hay que levantarle la  pollera, 

decía Girondo, 

pero a mí se me fue la mano: 

se la arranqué a mordiscones y la dejé 

desnuda y tiritando, 

cada vez más lejos de las oscuras golondrinas, 

con la consiguiente excomunión de las señoras aburridas 

que comen masitas

en los cafés literarios.



Hay quien me acusa de pesimista

y, por supuesto, lo soy.

Las únicas perdices que comí en mi vida

las comí cuando tenía seis años 

(esas perdices sí que eran la metáfora de la felicidad: 

papá cazaba, mamá cocinaba, 

y la orfandad todavía no había rozado mi frente 

con sus dedos helados). 



No creo en los happy ends. 

Wendy creció 

y me imagino que con su primera menstruación 

extravió sus pensamientos mágicos 

y ya no pudo volar hacia la segunda estrella a la derecha. 

Alicia también creció 

y cuando descubrió, horrorizada, 

que tenía acné, 

perdió la capacidad de cruzar al otro lado del espejo. 

Cenicienta y Blancanieves se marchitaron 

en primorosos castillos de rutina: 

comieron y vomitaron 

y tuvieron amantes que las vendieron 

por unos pocos dólares 

(para mí todas las princesas son Lady Di, 

y que no venga Disney a querer venderme otra cosa). 



Todo lo que podía salir mal 

salió mal. 

Y lo que no podía salir mal, 

también.



Y el tipo que escribía los mails 

no era Tom Hanks.





Meg Ryan,  fotograma de la película "You've Got Mail" (Nora Ephron, 1998)


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