lunes, 13 de diciembre de 2010

FUTURO


FUTURO



Había ojos

en ese futuro permitido,

ojos que reptaban

sobre la piel preliminar de la mañana

y abrían ese juego de mirarte y mirarme,

el corazón descotado,

la carne germinada.

Había manos,

manos que esparcían

gorjeados y plumas,

mímesis de los gorriones

que fluctuaban,

modestos,

sobre el alambre de viento

de nuestras oscilaciones.

Había una esperanza:

partir y repartir.

Partir  y regresar

a los ojos y a las manos.

Repartir el cuerpo.



Había una sonrisa,

o dos, o tres,

clavadas en la pared

del cuarto donde me serviste

otra copa de vino,

encendiste mi cigarrillo

y me dijiste:

“El futuro es esto:

estos ojos,

estas manos,

esta esperanza que moldea

con su boca caliente

la caligrafía del fuego”.







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