martes, 26 de febrero de 2013

JANE


JANE

“Esa es mi ambición. Matar más gente (más gente indefensa) que cualquier otro hombre o mujer que haya existido jamás”. – Jane Toppan


 

Sin vidrios rotos,

sin sangre seca debajo de las uñas,

sin balas que se encajen en el cráneo

de la vida perfecta,

cuelga en sus ojos ángeles de hollín.

Qué negros son los otros.

Ella, en cambio, tan blanca.

  

Sin apuntes insomnes

en la libreta oscura de la culpa,

sin hacer una mueca,

sin mover la garganta,

va racionando la agonía limpia.

El poder de matar.

El poder de decidir quién sigue.



Maquilla sus demonios

con una capa de falsa gentileza.

La cuidadora.

Una pulsión de crimen

subsiste debajo de su cofia.

Sus pasos blancos

cruzan el límite

y se parte

el eje de la cordura.

Sus ruidos blancos.



“Traiga algo de morfina, querida,


y vayamos al pabellón.

Usted y yo nos divertiremos tanto

viendo como mueren.

Los otros.”





Jane Toppan fue una enfermera oriunda de Boston, Massachusetts, que asesinó con inyecciones de morfina a 31 pacientes del hospital donde trabajaba. Fue sospechosa, además, de haber eliminado a otros 70 enfermos en el transcurso de una carrera de dos décadas. Cuando fue aprehendida, confesó que aspiraba a matar a más personas que cualquier otro asesino que hubiese vivido antes. Fue confinada a un hospital mental del Estado durante 40 años hasta su fallecimiento en 1901.



Arte:  "The Poison Queen: Jane Toppan", Thomas AM



sábado, 23 de febrero de 2013

MANICOMIO


 MANICOMIO

“¿Por qué los demonios de la irrealidad osaron tocarme con su lepra?” - Elena Caricati Penella




Somos agujeros blancos.

Somos la obligación

de reescribir nuestros poemas.

Animalitos lúcidos

celebrando con amigos

dentro de nuestras cabezas.

Animalitos amontonados en un corral

para proteger el júbilo

de los que recibieron la mejor ración del postre.



Somos la epifanía deforme de los Magos

ungida por las grietas.

Somos el compromiso

de resistir mientras la carne cede.

Adormilados con amapolas fatuas

(pero con un ojo siempre abierto

para enterarnos

cómo termina la historia).

¿Dónde está el corazón?

¿Dónde está la cabeza?

¿Dónde está el valor de suicidar

lo poco que sabemos?

O lo mucho.

Somos animalitos lúcidos.

Las píldoras se perdieron en nuestros bolsillos.



Somos una instancia fastidiosa.

Somos la obligación

de adecuar los fragmentos del caos.

Animalitos que reptan.

Y se empecinan en decir que sí,

que los amigos se fueron.

A ver si nos dejan en paz el alma.

De una buena vez.



Es gracioso que nadie nos reconozca.

Somos lo que son casi todos

los que se creen del lado de afuera.

Animalitos a la buena de Dios.

Animalitos muertos,

a veces.



Y ni siquiera se enteran.



Arte:  "Different Strokes", Marilyn Manson

Del poemario "La antigua enfermedad del otoño", Ediciones de la Iguana, 2011



jueves, 21 de febrero de 2013

CUARENTA


CUARENTA

 

Una vez escribí un buen poema

o, al menos, pensé que era bueno.

Hablaba del amor

o del desamor,

de las muñecas rotas

o de las pérfidas arañas

que tejen el otoño.



Los martes orquídeas

y los miércoles

un blister de pastillitas de colores

para hacer la gran Marilyn, si me animo,

y un maldito teléfono que no es blanco

y no suena nunca. 


 
“Dentro de algún tiempo

estarás acabada,

metida en tu casa

haciendo la colada…”

Me parecía tan lejos, Joaquín,

y yo no pisé el acelerador,

total, me sobraban los días.

Y me distraje jugando a la mamá

en mi pulcra casita de muñecas

y me atraganté con pucheros,

con purecitos pisados con esmero,

con sisellas de humo.
 


“Los orgasmos son mejores a los cuarenta”

dice la Cosmopolitan,

pero yo ya no tengo ganas

de buscar el amante ideal,

y esta mañana hice una pequeña hoguera

con mi portaligas negro

porque su mendacidad me exasperaba.

El mejor sexo que tuve en mi vida

lo tuve con los espejos

(ese es el precio que pagan

las niñitas monstruo

que se masturban

pensando en los príncipes de Disney)



Hace rato que la Muerte

toma el té cada tarde conmigo.

Me volví tan británica con los años:

el mundo se va a la mierda

y yo me tomo un té y sonrío.




 Una vez escribí un buen poema

(seguro que no era éste).

Tenía veinte años y no me importaba abusar

de los pájaros, y las rosas,

y lloraba porque se me había partido una uña.

En realidad, el poema no era bueno,

pero yo era feliz.

Todavía no había aprendido

a atravesarme el corazón con las palabras.



Arte: Lara Dann

Del poemario "La antigua enfermedad del otoño", Ediciones de la Iguana, 2011


jueves, 14 de febrero de 2013

AMANTES


AMANTES



En el abrazo

multiplicábamos panes y peces

-dos jirones de carne enlazados

resucitando bocas de otros tiempos,

gemidos insepultos que perduran

más allá de los rumores de la espera-.

Yo me asía a tu cuerpo

y enclavaba un eclipse de ternura

en la desnuda estela de tu nombre,

y la noche insistía en sorprendernos

ejercitando su deber de hembra

siempre piadosa para  los amantes,

siempre dispuesta a perpetrar el celo.

En el abrazo

éramos dos y éramos uno siempre,

descalzos de temores remontábamos

el hilo de la lluvia

y el amor era un juego que latía

con los ojos cerrados,

sin bostezos abiertos, sin preguntas,

con la certeza del poema escrito

en el recodo exacto del encuentro,

con la ilusión del sol amanecido

impartiendo su luz desaforada

sobre cualquier presagio.





Del poemario "Todos los hombres que me amaron", Ediciones Literarte, 2012


miércoles, 6 de febrero de 2013

SIN ADIÓS


SIN ADIÓS



Hubo sangre en la boca

y hubo

una agonía que marchó

paralela al sueño.

Él muriendo y yo dormida.

Él muerto

y yo

con los pies cegados en las sábanas.



Hubo una idea rota

desafiada por el pavimento

-la idea de tanta piel y tanta carne

fusionadas

en un mismo latido-.

La tensión de los músculos del viento

recogió

un llanto sin pulmones.

Las manos mutuas se desenlazaron.

Y yo dormida.



No hubo un adiós.

Nunca hubo un adiós.



Hay un fantasma que se  centuplica

hasta la hartura

cuando otro me ama,

cuando otro me transpira el cuerpo

y él pregunta

dónde empieza el olvido.




Arte: "Sólo si me perdonas", Nicoletta Tomas Caravia

Mención de Honor Poesía Certamen Literario Internacional “Desafiando silencios III” Homenaje a Nora Cejas, Amigos de las Letras (Agrupación de Escritores de Bragado) y Biblioteca Manuel Belgrano, Bragado, Bs. As. (2012)

5º Mención de Honor Poesía III Concurso Internacional de Poesía, Cuento y Carta, Círculo de Lectores y Escritores Brandseños, Brandsen, Bs. As. (2014)


domingo, 3 de febrero de 2013

SIEMPRE POLILLA, NUNCA MARIPOSA


SIEMPRE POLILLA, NUNCA MARIPOSA 



 Te empeñaste en que quemara la saliva 

del beso que nunca había dado 

-el beso límite, 

el beso “cruzo esta boca 

y todos los testigos declaran en mi contra”, 

el beso “ningún demonio 

puede aspirar a la inocencia”-.

Pero yo fui más lejos, querido, 

y quemé mis naves 

en la llama 

del cigarrillo atroz que apretabas entre tus dientes 

la mañana del caos 

-el caos de hocicos y pezuñas traducido 

en las paredes acolchadas del grito 

que no quisiste escuchar-.



No era el aleteo de mis pestañas 

el que sonaba, 

como una pequeña música 

cuando la desnudez imponía 

su estampa clarividente. 

No era un capricho 

adentrarme en la luz. 

Yo volaba en círculos ebrios 

y vos te encendías 

frente a mi memoria hambrienta.


  
Preferí arder de una vez 

y ser ceniza, 

antes que regodearme en una belleza vacua; 

preferí morir, 

buscar el exterminio 

antes que sentarme a la mesa anémica 

de las buenas costumbres.


  
Siempre polilla, 

nunca mariposa.



No quise flores para llorar la lápida 

del aliento contenido. 

Quise un fuego 

que no valió la pena 

y una vela que dibujó  

en el corazón del verbo 

que nunca fuimos posibles.



Arte: Nicoletta Ceccoli