jueves, 31 de marzo de 2016

PAULINA


Paulina
                                            Auf einmal kehre ich
                                            zur Nacht zurück
                                            mit meinen Wasserschuhen.
                                            Mía Gallegos


Jetzt wo ihre Säfte verzehrt worden sind,
die Geduld ihres Fleischs verbraucht ist,
ihre Martyrien den Weg begonnen haben
wo sie auf der Lauer die
kleine Grausamkeit der Käfer liegt,
bleibt uns nur ein Name.
Ihr Name.
Und wir wiederholen es mit Gebetseifer,
mit unnachgiebiger Erinnerungsschärfe.

Wir müssen sie zusammensetzen.
Wir müssen ihren Körper wiederherstellen.
Ihre verlorenen Beine rekonstruieren,
ihre Hüfte in die Erinnerung fügen,
ihre vereinten Augen von Matsch reinigen.
Mir müssen eine Frau fühlen,
eine Frau wissen,
eine Frau schreien.
Keinen Gegenstand.
Niemals einen Gegenstand.
Niemals eine durch Schläge verzierte Puppe,
eine blaue Katastrophenpuppe,
leicht in Stücke zu reißen,

leicht kaputtzumachen.
Zu vergessen
wie eine Marionette aus Nichts,
aus entfernbaren Wasserfarben,
aus Laune.

Paulina Lebbos, 
wurde in der Nacht des 26.02.2006 ermordet. Mit ihrer
Besten Freundin Valeria Mercado war sie in der Disco Gitana in
Tucumán tanzen gewesen. Danach setzte sie ihre Freundin zu Hause ab
und fuhr zu ihrem Freund César Soto, wo sie jedoch nie ankam. Noch
am selben Tag fand man ihren Körper: sie war gefoltert, vergewaltigt
und stranguliert worden. Es wird vermutet, dass das grausame
Verbrechen von den sogenannten «Söhnen der Macht» (Verwandte
lokaler Funktionäre, die von den Autoritäten geschützt werden)
verübt worden ist, so wie der Mord an María Soledad Morales am
08.09.1990 in Catamarca.


Paulina

                          De pronto vuelvo
                          a la noche
                          con mis zapatos de agua.
                          Mía Gallegos

Ahora que sus jugos han sido consumidos,
que se agotó la paciencia de su carne,
que sus martirios iniciaron el camino
donde acecha
la pequeña ferocidad de los escarabajos,
sólo nos queda un nombre.
Su nombre.
Y lo repetimos con celo de oración,
con obstinada precisión de recuerdo.

Tenemos que armarla.
Tenemos que rehacer su cuerpo.
Reconstruir sus piernas extraviadas,
encajar su cintura en la memoria,
limpiar sus ojos conjugados de barro.
Tenemos que sentir una mujer,
saber una mujer,
gritar una mujer.
No un objeto.
Nunca un objeto.
Nunca una muñeca decorada a golpes,
una muñeca azul de calamidades,
fácil de rasgar,
fácil de romper.
Olvidable
como una marioneta hecha de nada,
de acuarelas delebles,
de capricho.


Paulina Lebbos,
fue asesinada en la noche del 26 de febrero de 2006. Había salido
a bailar al boliche Gitana, en Tucumán, con su mejor amiga,
Virginia Mercado. Al volver, dejó a su compañera en su casa y se
dirigió a la casa de su pareja, César Soto, pero nunca llegó. Su
cuerpo apareció ese mismo día: había sido torturada, violada y
estrangulada. Se sospecha que su horrendo crimen fue cometido por los
llamados «hijos del poder», tal como lo fue el de María
Soledad Morales
 en Catamarca el 8 de septiembre de 1990.



Traducción: Léonce W. Lupette


Poema publicado en la revista karawa.net


martes, 29 de marzo de 2016

MI MALDITO PERRO, TUS MALDITOS PECES


MI MALDITO PERRO, TUS MALDITOS PECES


El perro destruyó el estanque del jardín.

Mi perro.

Qué tema tan ridículo para escribir un poema.

Casi tan ridículo como decir “poesía eres tú” a los 48.

Poesía eras tú hace 200 años,

cuando no te conocía.

O hace 100 cuando cada utensilio de cocina

ocupaba amorosamente su lugar

(“Yo Tarzán, tú Jane”)

y no pensaba en estrangularme con un repasador,

cortarme las venas con un cucharón,

envenenarme con un programa de bricolaje

de ésos que pasan en los canales de cable.



Mi perro destruyó el estanque del jardín.

En el estanque, casi seco,

tus peces de colores boquean tu desesperación,

jadean tu enojo.

Tus peces se ahogan

(y mi perro mueve la cola,

feliz

en su sencilla ignorancia).

Me sorprende que te angustie tanto

ver como tus peces se ahogan

(yo me ahogo hace años, querido,

boqueo  torpes poemas,

jadeo pretenciosas metáforas,

¿cómo decir que estoy harta sin decirlo del todo?,

la poesía es un escondrijo y un altavoz,

no  puede ser que no me encuentres,

no  puede ser que no me escuches).



El perro

(mi perro)

sigue moviendo la cola,

ajeno al desastre que provocó

(empezamos con el estanque y terminamos

con mi inutilidad para todo lo que no sea

ordenar el caos con palabras,

ni siquiera sos capaz de hacer una cama,

si te aguanto a vos soy capaz de hacer cualquier cosa).



Los peces

(tus peces)

están casi a salvo en un tacho de pintura de 20 litros

que da vueltas por el patio desde hace siglos

y hasta hoy sólo sirvió

para acumular agua de lluvia y larvas de mosquito.

Casi a salvo, digo,

porque la gata del vecino los está rondando.




Sería un exquisito caso de justicia poética que se los comiera.




Arte: "Gold", Jane Long


viernes, 25 de marzo de 2016

CECILIA


Cecilia


                                  Ich schaue mir niemals das Innere der Lieder an.
                                  Immer gibt es, im Grunde, eine tote Königin.
                                  Alejandra Pizarnik



Der Tod singt.
Singt ein eingegrautes Lied,
ein Lied von Schreck und Mauern,
ein Lied von Königinnen und Königen, die den Mond mit Steinen bewerfen.
Steine wie Tränen,
Steine wie Sünden wie Küsse wie Kreuze.
Wie Vorahnungen.
Singt an den Rändern eines unsichtbaren Vogels,
angekettet durch den Wind,
im ersten Glied des Gewitters das nicht kommt.

Der Tod singt.
Singt mit einem Kindheitsdolch, gerammt in die Erinnerung.
Ich zerkrümle Korridore.
Ich weiß nicht, ob ich die Nacht mag.
Ich weiß nicht, ob ich diesen gestenleeren Spiegel mag
in dem ich mich erkenne
so Königin wie jede Beliebige.
So verrückt wie jede Beliebige.
Ich weiß nicht, ob jemand morgen meinen Namen findet
beim Kriechen im Müll.

Weil der Tod singt.
Singt für mich.
Und die Salbung der Geschöpfe, die Asyl finden
in seinem beutegierigen Hals
machen aus meinem Gesicht
den geliebten Duft des Verschwundenen.


 Cecilia Guibileo,
wurde zuletzt am Abend des 16.06.1985 in der Colonia
Open Door in Luján, Buenos Aires gesehen, wo sie als Ärzten
arbeitete. Von diesem Augenblick an wurden viele Hypothesen über
ihr Verschwinden gesponnen, von satanischen Ritualen bis Organ- und
Menschenhandel. Sicher ist nur, dass es keine weiteren Spuren zu
Cecilia gibt und dass niemand für ihr Verschwinden beschuldigt
worden ist.


Cecilia
                                    Yo no miro nunca el interior de los cantos.
                                    Siempre, en el fondo, hay una reina muerta.
                                    Alejandra Pizarnik


La Muerte canta.
Canta una canción engrisada,
una canción de pavor y muros,
una canción de reinas y reyes que le arrojan piedras a la luna.
Piedras como lágrimas,
piedras como pecados como besos como cruces.
Como presentimientos.
Canta en los bordes de un pájaro invisible
encadenado por el viento,
en el primer eslabón de la tormenta que no llega.

La Muerte canta.
Canta con una daga de infancia hincada en la memoria.
Yo desmigo pasillos.
No sé si me gusta la noche.
No sé si me gusta este espejo vacío de gestos
donde me reconozco
tan reina como cualquiera.
Tan loca como cualquiera.
No sé si mañana alguien encontrará mi nombre
reptando en la basura.

Porque la Muerte canta.
Canta para mí.
Y la unción de las criaturas que se asilan
en su garganta ávida
hacen de mi rostro
el perfume amado de lo desaparecido.




Cecilia Giubileo,
fue vista por última vez la noche del 16 de junio de 1985 en la
Colonia Open Door de Luján, Buenos Aires, donde se
desempeñaba como médica. A partir de este momento, se tejieron
muchas hipótesis relacionadas con su desaparición, que incluyeron
desde ritos satánicos hasta tráfico de órganos y de personas. Lo
cierto es que nunca se supo nada más de Cecilia y que nadie
fue acusado por su desaparición.


Traducción: Léonce W. Lupette

Arte: Stephen Mackey


Poema publicado en la revista karawa.net


miércoles, 23 de marzo de 2016

PRESENTACIÓN "INTERRUMPIDAS" EN LA FACULTAD DE DERECHO DE TUCUMÁN POR SERGIO LIZÁRRAGA

PRESENTACIÓN "INTERRUMPIDAS" EN LA FACULTAD DE DERECHO DE TUCUMÁN POR SERGIO LIZÁRRAGA

“En ciertos estados de alma casi sobrenaturales, la profundidad de la vida se revela por entero en el espectáculo, por corriente que sea, que uno tiene bajo los ojos”. Charles Baudelaire.

 Raquel Graciela Fernández nació en Avellaneda, donde reside. Recibió más de 70 primeros premios nacionales por su actividad poética, otorgados por prestigiosas instituciones, a estos logros se le suman otros obtenidos en España (reconocida en la Feria del Libro de Guadalajara), en EEUU ( Gran Premio Publicacines Entre Líneas, Miami) y en Italia (Primer Premio Concurso Internacional Rayuela Edizioni). En Tucumán recibió un galardón por parte de la Società Dante Alighieri de Tafí Viejo y mereció recientemente, el Premio Nacional Adolfo Bioy Casares.
 Ha publicado 9 poemarios, profundamente conmovedores, con poemas que se meten fácilmente en el corazón, y de tanto en tanto, como dice Rafaela Pinto, vuelven a la memoria y se repiten, como si fueran un mantra.
 La literatura es un arma que hemos encontrado desde el principio de los tiempos históricos para defendernos contra un mundo que nunca será lo suficientemente capaz de realizar todas nuestras expectativas y anhelos, ha sido también uno de los grandes instrumentos del progreso humano, porque gracias a ella, vivimos de una manera distinta a aquella que nos han impuesto en la existencia. La literatura, no sólo representa el placer sino también al dolor, es decir, el dolor de que los buenos libros siempre son los que de alguna manera duelen, los que me enseñan que el mundo no siempre es feliz, que existe el infortunio, el sufrimiento en el cual cada uno está inmerso. 
Los libros de Raquel Fernández son una obra de arte, y como con toda obra de arte, podemos pasar delante y juz­garla de un solo vis­tazo, o pode­mos elegir pasar tiempo delante de ésta en una acti­tud de res­peto y contemplación, pidiendo la gracia de entrar en comu­nión con el artista. Enton­ces, incluso si nues­tra inte­li­gen­cia no entiende todo, nues­tro juicio sobre ésta será dife­rente.
Con el sufri­miento sucede a menudo lo mismo, pues está fuera de nues­tro enten­di­miento. Es por eso que la poeta nos propone pasar por sus libros y no per­ma­ne­cer, estar de pie delante del dolor que muestra, tra­tando de escu­char más que hablar, tra­tando de apren­der y no ense­ñar, ofre­ciendo una pre­gunta más que una expli­ca­ción, nos propone sentir, temblar, contemplar la desnudez de sus versos, desnudos en el dolor. Hay libros que duelen, pero que agradecemos leer pese al dolor que nos provocan. Hay libros que nos acercan a realidades que nunca hubiéramos podido imaginar y que apuntalan en nosotros determinadas posiciones.
“Revelaciones”, “Ojos  que miran al cielo”, “La antigua enfermedad del otoño”, “Todos los hombres que me amaron”, “Cierta condición  nocturna”, “Como nosotros”, “Once Upon a Time” y “Hermano”  son los títulos de la autora, de los cuales “Hermano” (El Mensú ediciones, 2011) es uno de esos libros que duelen. En él, el duelo es la cruz que tomará el rostro de una per­sona, el hermano que ya no está. La despedida es difícil, el ritual consistirá en tejer palabras para que la poesía sea un camino de sanación, para que el lenguaje ponga nombres al dolor, un lenguaje que ayuda a conocerlo, a decirlo y así Raquel nos marca un camino para acompañarla en su propia peregrinación de ausencias. Y es enton­ces cuando la comu­nión con lo que siente es posi­ble, al igual que la com­pa­sión.

“Yo también soy feroz cuando me duele”,
“El que quiera matarme que me quite la palabra”,
“Esto es la vida.
Una nadería, un plato de viento.
Ahora todos los platos están rotos.
Hay que afilar el grito,
hay que llenarse de polvo la faringe
y ahogarse con un gato de niebla en la garganta.”

 Estos versos, del libro “Hermano” son ejemplo de lo expuesto. La poesía como instrumento de llanto y de consolación, como herramienta de sanación, porque la palabra tuvo y tiene el poder inmenso de crear, de expresar nuestros actos y vicisitudes, nuestras formas de amar y de odiar, en su combinación, el lenguaje, dice Borges, es azar misterioso, como lo es también escribir un poema, que en última instancia, dice el escritor, es ensayar una magia menor.
 Raquel escribe desde la región del dolor, habitado y atravesado por este sentimiento tan noble y tan terrible a la vez;  propio de los hombres, viene con nuestra naturaleza del pecado, nos puebla sin previo aviso y nos extrae lo mejor y lo peor de nosotros. Pero para pasar del dolor al arte, hay un camino muy complejo, donde el dolor aun se agudiza, se vuelve continuamente hacia él, fermenta en los tuétanos del alma y, a veces, como en un volcán, erupciona quemando todo lo que está a su paso, incendiando todos los otros sentimientos, oscureciendo la vida.
 En “Interrumpidas”  regresamos a la misma región, en este libro la lava se hace rostro, el dolor toma nombres, nombres que nos duelen: Oriel, Cecilia, Alicia, Jimena, Nair, María Soledad, Carolina, Natalia, Natalia II, Marita, María Marta, Lucila, Natalia III, Marela, Fernanda, Florencia, Paulina, Nora, Rosana, Sofía, Soledad, Wanda, María, Candela, Ángeles, Juana, Priscila, Yanela, Melina, Lola, Chiara.
Según Ernest Hemingway no existe regla de cómo escribir. A veces sale perfecta y fácilmente, a veces es como excavar en la roca y hacerla explotar con explosivos.
 Cuando Raquel escribió cada poema de “Interrumpidas” debió dinamitar cada palabra, porque el dolor muchas veces nos supera a tal punto que ya no podemos nombrarlo, no podemos cortarlo en sílabas, ni siquiera pronunciarlo. Seguramente cada palabra pesó no como una roca,  sino como esas montañas que nunca vienen a nosotros y sabemos que siempre permanecerán lejos, lo suficientemente lejos como para dejarnos en tajos en el largo camino que  nos dirige a ellas.
 En “Interrumpidas” nuestras bocas quedan abiertas, esperando que se calme la sed a la que nos condena la injusticia.

“Ahora que sus jugos han sido consumidos,
Que se agotó la paciencia de su carne,
Que sus martirios iniciaron el camino
Donde acecha
La pequeña ferocidad de los escarabajos,
Solo nos queda su nombre.
Su nombre.
Y lo repetimos con celo de oración,
Con obstinada precisión de recuerdo”

 Según Santiago Kovadlof, la palabra intimidad remite a esa región espiritual y a ese modo de contacto en los que damos a conocer, no exactamente lo que pensamos sino, más honda y ampliamente, lo que somos. San Agustín, el gran descubridor de la intimidad, la define por la característica de dialogar y entrar uno en uno mismo; homologándola al alma y a lo espiritual.
 En esa región de intimidad, el escritor encuentra nuevos caminos para dar a cada palabra un significado, para hacerse la palabra misma, porque al poeta, al  escritor,  le importa el ser. Conocer para ser y escribir para conocer y ser, agregando las esencias de lo que canta, y vivir la felicidad de ese encuentro. Lo asentaba Keats y lo repitió Cortázar: el sujeto poético se entrega a aquello que contempla. Es flor, pájaro, viento, agua del mar, aunque no siempre, esa entrega a la contemplación sensitiva, aporte una total entrega y reconocimiento al Ser como origen y presencia en todas las cosas. El poeta español Juan Larrea, que vivió un cuarto de siglo en la ciudad argentina de Córdoba, donde murió, valoraba sólo aquella parte de su obra en que había asomado una conciencia cósmica, que plenificaba su palabra.
 Leer “Interrumpidas” es una experiencia de intimidad, es una prueba de que el tránsito del dolor al sufrimiento es todavía imaginable; es decir: termina por establecer una sutil escansión de pensamientos, emociones y sentimientos que opera como condición de posibilidad de dicho tránsito a través de la articulación discursiva de hondos alcances estéticos, tránsito que define una interioridad que se manifiesta en notable madurez poética, y que convierten a Raquel Graciela Fernández en una de las voces más exquisitas de nuestra poesía.
 Para Rafaela Pinto el libro es un sentido tributo a las treinta mujeres víctimas de violencia, a cada una de las cuales dedica un poema, mujeres de diferentes edades interrumpidas en diferentes circunstancias. Asimismo es una ofrenda a los familiares de las víctimas, porque Raquel las ha puesto en versos y en esos versos ellas viven y se constituyen en voces que las eternizan, que las vuelven vigentes para ser retratos poéticos que también gritan, porque al decir de Jorge Edwards, mientras haya escritura hay vida.

“Soy carne, soy espíritu, soy hembra.
Soy nombre y memoria de rocío.
Soy hija. Soy madre.
Nunca fui un bien de cambio.
Sin embargo
Me compran y me venden cada día.
Yo no me lloro en mis funerales:
Me lloro en la ausencia”.

 Al igual que Borges, todos tenemos una mujer que nos duele. A Raquel le duelen 30 que podrían ser 100, lamentablemente, muchas más.
 Me permito decir que a mí también me duelen, mi madre Nora, mi hermana Luisa, mi prima Jorgelina y recientemente, mi amiga Lilia, Interrumpidas también por el cáncer de mama o de cuello uterino, que también es violento, que también nos arrebata a las mujeres que se aman.
Para terminar hago míos los versos de Claudio Simiz:

“No, no hacia dónde vamos,
Ni de dónde venimos,
Ni cuándo será el día.
No.
Una sola pregunta de hierro
Llaga al hombre que discurre el agua:
¿Ella seguirá esperándome?
¿Ellas seguirán esperando?...

Sergio Lizárraga, poeta y docente


domingo, 20 de marzo de 2016

LO QUE YO RECUERDO


LO QUE YO RECUERDO



El desapego de la mañana más triste

soltándole las manos a la noche.

Un caballo celeste yaciendo

en la mórbida pradera de mi espalda.

Aquel pantano donde se  ahogó la melodía

de mi ángel de la guarda.

Aquel lirio de sangre que principió

cuando ser mujer fue un escalofrío.

El candado de espuma que me cierra las puertas

de todos los mares.



Un verano profeta que tocó con tu nombre

el huidizo encordado del viento.

Un pájaro tan desnudo

dentro del vestido de la bruma.

El sudor de la muchacha que pasó por tu vida

besando apenas las pestañas del sueño.

El pezón de cristal que amamantó

la sed de mi poema.

Un catálogo con todos mis olvidos.

Un espasmo con todos mis pecados.



Lágrimas de plástico azul

y un disco de Joaquín que me duele

como un sermón idiota.

La música de un sacerdote infinito

sembrando las cenizas de los falsos sacramentos.

Una logia de cuchillos mostrándome los dientes

cuando reclamo  mi rostro en el espejo.

Mi pulsión de náufraga resistiendo

la civilización obstinada de los barcos.

La campana de cristal de Sylvia.



Todo eso es tu mirada.



O lo que yo recuerdo de tu mirada

que es casi lo mismo.




ArteGraffiti en París, Francia, JR

Poema publicado en la Revista Gealittera Nº 19


jueves, 17 de marzo de 2016

DESNUDO EN ROJO


DESNUDO EN ROJO


Desnuda,

roja,

manzana diplomada en deshielos,

me escurro en una grieta

abierta a mordiscones

en el útero de la noche.

Y me vas pariendo en lunas,

labio con labio,

pieles hilvanadas con un rugir de campanas,

con un carrusel de semillas hondas

que sangran por la herida.



Desnuda,

roja,

milagrera en el funeral de los besos,

te doy la vida cuando te la quito,

desaguo un séquito de mariposas turbias

en el acuario de tu boca

y tus peces de saliva

hacen el amor con mis palabras,

las transmutan en perdigones de plata

que se incrustan entre las piernas

del lobo de la noche.


Desnuda,

roja,

me dejo el cuerpo entre tus ruidos,

el esqueleto entre tus hervores,

el corazón entre tus dientes.

Y el poema me dice que no,

que no se puede usar la palabra corazón.

Pero no me importa.






Arte: Lara Stone para "The Red Room Project", Cuneyt Akeroglu