martes, 15 de marzo de 2016

TROIS POMMES PAR JOUR


TROIS POMMES PAR JOUR



Ella se columpia

en el desierto de los huesos.

Tres manzanas por día son la tiranía invisible

que la convierten

en una Blancanieves  enfermiza

y la atan a un vómito de sombra,

a un arpa que desafina cuando canta

las redondez puntual de las caderas.

Tres manzanas por día son Pedro negando

la divinidad del cuerpo,

la sangre amputada entre las piernas,

el cadáver de una media sonrisa

manchándole la boca.



Ella se pierde

en el laberinto astillado de las uñas.

Se desvive en blanco como una vela agónica.

Es un bosque talado,

Una copa que respira éxodos.

Es un coágulo de cristal,

tan frágil,

tan a punto de deshacerse como el nudo de sudor

que ata el amor al cuerpo.



Le dicen que la belleza es eso:

tres manzanas por día

y el hambre constelando dientes

en el bastidor azul de las tripas.

Le dicen que la belleza es eso:

tres manzanas por día

y la muerte gritando piedra libre,

jugando con su pelo

que se cae,

que se quiebra.




"Solo pude comer tres manzanas al día durante 8 meses". Con esa frase Victoire Macon Dauxerre, modelo francesa de 23 años,  resumió las presiones y exigencias que tuvo que atravesar para encajar en el mundo de la alta moda. Llegó a pesar 47 kilos midiendo 1,78 y vivía casi en ayuno buscando conservar el peso exigido para participar de los desfiles más importantes. Victoire publicó el libro "Jamás demasiado flaca. Diario de una top model"  donde contó que en sus peores épocas "tenía el pulso extremadamente débil, perdía pelo, tenía osteoporosis y no tenía ni la regla". Paradójicamente, cuando menos saludable se encontraba, más trabajo tenía. 

  

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