miércoles, 2 de marzo de 2016

YO TUVE LA CULPA


YO TUVE LA CULPA

En memoria de Marina Menegazzo y María José Coni, asesinadas el entre el 22 y el 23 de febrero de 2016 en Montañita, Ecuador, cuando disfrutaban de sus vacaciones


Yo tuve la culpa.

Claro que yo tuve la culpa.

Yo usaba la pollera demasiado corta,

las uñas  demasiado largas,

los ojos demasiado abiertos para abrazar

amaneceres/perros/mariposas

y demasiado cerrados para advertir

el gesto cruel del verdugo.

Yo caminaba sola por la playa,

me comía el mar,

me comía la espuma,

era una sirena ondulante de mochila rosa.

Yo iba a bailar con un short demasiado provocador,

un corte de pelo demasiado llamativo

y ese mechón subversivo y rubio

cayéndome sobre la frente.

Yo besaba a mis amigos en los labios, a veces.

Yo tomaba algo con mis amigos, a veces.

Yo tenía amigos.



Yo tuve la culpa.

Claro que yo tuve la culpa.

Yo andaba y desandaba los pasos de la noche,

me hamacaba en las pestañas de la luna,

tenía un novio, o dos,

y  me dejaba amar

porque yo también amaba.

Yo usaba los jeans demasiado ajustados,

los tacos demasiado altos,

la boca demasiado abierta para besar/cantar/reír

y demasiado ajena al grito.

¿Por qué iba a gritar si yo tenía 15, 17, 20 años?



Yo tuve la culpa.

Claro que yo tuve la culpa.

Yo era demasiado joven,

demasiado linda,

demasiado alegre.

Estaba demasiado viva.

Yo era demasiado.

Tenía un violín en la sangre,

un pájaro en la garganta,

un jardín brotado en los párpados.

Y el aire florecía cuando me tocaba el sueño.

Yo tenía la ilusión de ser velero, poema, camino,

guardapolvo a cuadros, guardapolvo blanco,

sutura en la llaga de los hospitales.
.
La ilusión de pintar en mi aldea

todas las aldeas del mundo.

Yo escribía las memorias de mi útero

en un diario impalpable,

escuchaba absorta sus cantos tribales,

sus pulsaciones de animal dorado.



Yo tuve la culpa.

Claro que yo tuve la culpa.

Yo tuve la culpa de la bala que me quebró la espalda,

del golpe que me partió la cabeza,

de la puñalada que me desmembró el camino de la sangre.

Yo tuve la culpa de los pulmones rotos,

del sexo profanado,

del caos del ombligo,

del descalabro de las piernas.

Yo tuve la culpa de la bolsa negra

que vistió mi desnudez apagada,

de la logia de moscas custodiando

mi pudrición y mis úlceras,

de la mirada viuda respirando

arena, tierra, basura.



Yo tuve la culpa.

Claro que yo tuve la culpa.

Yo bailé sobre una mesa como una gitana impúdica,

me fui a la cama con un hombre que apenas conocía,

me quedé con un golpeador porque me gustaba,

me aventuré en las aguas del peligro,

le fui infiel a mi marido, a mi patrón, a mi Dios,

no repasé las cuentas de un rosario de penitencia.

Yo serví mi cuerpo

en la bandeja cotidiana del prejuicio.



Yo tuve la culpa.

Claro que yo tuve la culpa.

¿Cómo no voy a tener la culpa

si yo soy mujer?




Marina Menegazzo María José Coni desaparecieron en la localidad de Montañita, Ecuador, donde vacacionaban, el 22 de febrero de 2016. Sus cuerpos aparecieron envueltos en bolsas de plástico el 25 y el 27 del mismo mes. Las jóvenes mendocinas fueron golpeadas, violadas y atacadas a cuchillazos. Alberto Segundo Mina Ponce y Aurelio Eduardo “El Rojo” Rodríguez fueron declarados culpables por el doble crimen y condenados a de 40 años de prisión. Marina tenía 21 años y María José, 22.



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