lunes, 27 de noviembre de 2017

LAS BESTIAS


LAS BESTIAS

las bestias se excitan
con el olor de la sangre
por eso tiran a matar con sus dientes de plomo
tarasconean el aire
se llenan la boca de fuego
escupen pólvora para arriba
y el cielo no se les cae en la cara

las bestias no distinguen
entre un perro amigo
un chico que llora
un heredero de la tierra
arrojando el corazón contra las balas
tarasconean el viento
se llenan la boca de fuego
les gusta el olor de la sangre

el bosque se marchita de tristeza
cuando las bestias rugen
su himno de saliva rancia
el lago se marchita de tristeza
la espalda de los pinos se quiebra en llanto
los pájaros se descalzan la voz

algunas bestias se excitan
con el olor de la sangre
otras mienten mienten
para que quede eso
que justifica la muerte 
las que más me aterran
brindan con alegría caníbal
sobre el cadáver de un pibe de veintidós
que podría ser mi hijo

y después abrazan a los suyos
como si fueran distintos

como si fueran mejores


sábado, 25 de noviembre de 2017

UNA CHICA DE 16 AÑOS - DÍA INTERNACIONAL DE LA ELIMINACIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER


UNA CHICA DE 16 AÑOS
A Anahí Benítez

Tenés una hora para escribir un poema.
Una hora antes de ponerte a pelar papas
y freír milanesas.
Tenés una hora para hablar de una chica de 16 años.
Podrías hacerlo mañana, con más tiempo.
Pero, no.
Tiene que ser hoy. Tiene que ser hoy.
Como si alguien te escuchara.
Como si alguien nos escuchara.

Tenés una hora para escribir un poema.
No hace falta que sea bueno.
Tenés una hora para hablar de una chica de 16 años.
Vos, ella.
Cualquiera de tus dos Camilas.
La ex de tu hijo,
a la que detestás un poquito.
Una hora.
¿Qué vas a decir?
¿Qué vas a decir que ya no hayas dicho?

Pensás en tus 16.
Las minifaldas y las vecinas decretando
que eras una loquita.
Los exámenes de matemáticas que reprobaste una y otra vez,
porque, sí, eras una loquita
y leías “La dama de las camelias” en clase
mientras tus compañeros aprendían a despejar X.
Las horas de llanto histérico porque el pibe de la otra cuadra
cayó con una novia más linda que vos.
Relax”, el mejor disco de Virus.
A los 16 años no pensabas en la muerte.
No en la tuya, al menos.
A los 16  eras eterna.

Tenés una hora y no sabés que decir.
Pero insistís en el ritual desesperado
de escribir un poema que hable de una chica de 16 años
que no conociste,
que no vas a conocer nunca,
que se estrelló contra la palma del horror
como otra mariposa ciega.
Una chica desnuda, rota,
con los ojos secos,
con una etiqueta en el dedo pulgar del pie
donde alguien escribió prolijamente
su nombre de princesita india.

No te esfuerces.
No hay poema que valga.

Anahí.

Tenía una sonrisa hermosa.
Seguro que no pensaba en la muerte.
Seguro que era eterna.



martes, 21 de noviembre de 2017

YES, LOVE

YES, LOVE
En memoria de David Cassidy (1950 - 2017)

Tenía once años cuando la sangre me visitó por primera vez.
Yo era una serpiente delicada
mudando la piel
y estallé en rojo
como una rosa del desierto recién hecha
alimentándose del calostro de la primavera.

Tenía once años cuando lo vi por primera vez.
Él era una perdiz de azúcar donde hincar el diente
de los mejores finales,
algo que me pasaba en el cuerpo,
en la poesía desafinada de los pupitres,
la contracara perfecta de una siesta aburrida de muñecas.

Mamá decía que enamorarse así de alguien que salía en la TV
me hacía un poco loca
(ella había amado a James Dean treinta años antes
y había llorado tanto).

Tenía once años y era feliz esperando
lo que al final no llegó:
jamás completé un álbum de figuritas
ni aprendí a bailar.
Nunca besé a David Cassidy.



Ilustración: Anuncio de cuadernos Mead con cubiertas de David Cassidy (primeros años de la década del ’70)

DAVID CASSIDY 1950 - 2017


viernes, 17 de noviembre de 2017

ELLA TENÍA UN PAÑUELO



ELLA TENÍA UN PAÑUELO

A Azucena Villaflor, pionera del Movimiento Madres de Plaza de Mayo, secuestrada y asesinada en diciembre de 1977



Ella tenía un pañuelo.

Se columpiaba en el umbral del aire

para tocar la inocencia de su hijo

-entonces el pañuelo era pañal-.

Se sentaba a la mesa del dolor

a comerse la ausencia de su hijo

-entonces el pañuelo era mantel-.

Se caminaba en un hilo de palomas

para contar a su hijo entre los vivos

-entonces el pañuelo era bandera-.



Ella tenía un pañuelo en la garganta.

Ese pañuelo era su voz,

la quemadura blanca del reclamo.

A veces se soltaba como un pájaro

y volaba detrás  de algún recuerdo

-rodillas nítidas, pedacitos azules de verano,

dos o tres mariposas

enredadas en la túnica del cielo-.

A veces guardaba sus ojos en la lluvia.



Ella tenía un pañuelo.

Con su pañuelo tocó todas las muertes.

Apretó su corazón contra las olas.

Se deshuesó en el mar

-la deshuesaron

los funestos de siempre,

los que sembraron terrorescadáverescenizas,

los  que nunca pudieron abrazar

la ternura de un nido-.



Ahora, nosotros tenemos un pañuelo.




Arte: "¡Basta!", Carlos Terríbili (Museo del Bicentenario)

De "Pan de Agua - Poesía social contemporánea de Bueno Aires", La Luna Que (2017)


miércoles, 15 de noviembre de 2017

RARA



RARA

“No me torturen más.
Soy viento, soy llovizna, soy arena.”
Alcira Graciela Fidalgo Pizarro



Rara.

Como encendida.

Algo azul entre las piernas.

Algo que sube hasta hendir la garganta.


Rara.

Con nombres apretados,

humedades discretas,

papelitos de colores en los ojos.

Con la estúpida costumbre de creer.

Con ángeles marchitos

pendiendo en sus dedos

como telas de araña.


Rara.

Como encendida.

Un poema de sangre tallado

debajo de las uñas.


Ella es un tragaluz defectuoso.

La memoria vadeando

un abismo de cuatro paredes.


Un eléctrico ardor dobla su cuerpo.

¿Cómo puede pesar tanto un grito?


Afuera,

un chico patea una pelota.


Adentro,

las ratas pasan largas.

Como sombras.




Alcira Graciela Fidalgo Pizarro nació el 8 de octubre de 1949, en la provincia de Jujuy. Era docente, estudiante de derecho y poeta. Fue secuestrada en Buenos Aires el 6 de diciembre de 1977 a los 28 años de edad. Se cree que, hasta su desaparición definitiva, fue recluida la Escuela de Mecánica de la Armada.


De "Pan de Agua - Poesía social contemporánea de Bueno Aires", La Luna Que (2017)


lunes, 13 de noviembre de 2017

MAXIDARÍO


MAXIDARÍO

A Maximiliano Kosteki y  Darío Santillán, luchadores sociales asesinados en 2002 por la policía bonaerense 

“La mano sabe que no tiene tiempo y apresura sus uñas para siempre.” - Juan G. Ferreyra Basso



La vida ignoraba que no quedaba tiempo.

Improvisaba un padrenuestro de crispadas mariposas.

Gritaba el ruedo harapiento del cielo.

Decía la fábrica con las piernas rotas,

el paladar exiguo de las constelaciones

Renunciaba al pan quemado de la angustia.



Un relámpago  alto incineró

el cordaje alucinado de la sangre.

Deshizo la dúctil médula de miel,

se ensañó con el polen de los huesos.

Disolvió el dulce cáliz de besos y de abejas.

Así cayeron los cuerpos: como barandas agotadas.

Cerca de un puente blanco de sed.

Doloroso como los pies de la lluvia.

Así se hizo la noche: desmintiendo una mañana de invierno

que ofrendaba  sus temblores de escarcha.



Maxidarío.

Dos navegando la escasez del milagro.

Dos  devorando los manjares  de la muerte.

Uno en el ebrio clamor de la catástrofe.

Oliendo, debajo de la pólvora,

un manojo apurado de pétalos,

todas las flores que tocaron sus manos.

Empañando los costados de la luna

con el recuerdo vivo de sus hembras.

Renunciando al balance vertiginoso de las uvas.



Maxidarío.

En la calle, en la estación, en los adioses.

Dos en la mira siniestra del verdugo.

Uno en la esperanza repetida del canto.





Maximiliano Kosteki y Darío Santillan fueron dos militantes del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) asesinados a sangre fría por efectivos de la policiales el 26 de junio de 2002, en el marco de una brutal represión por parte de la Policía Bonaerense, la Policía Federal, la Gendarmería y la Prefectura Naval desplegada con la intención de sofocar una protesta que se desarrollaba en las cercanías  del Puente Pueyrredón. Fueron ejecutados en las inmediaciones de la estación de ferrocarril de Avellaneda, hoy rebautizada con sus nombres.


De "Pan de Agua - Poesía social contemporánea de Bueno Aires", La Luna Que (2017)