domingo, 30 de diciembre de 2018

UNA MUJER SIN PROBLEMAS


UNA MUJER SIN PROBLEMAS

No soy una mujer alegre.
Ni siquiera soy una mujer divertida.
Sonrío mucho,
con la delirante pretensión de agradar siempre,
pero rara vez me río a carcajadas.
Son pocas las cosas que me hacen verdadera gracia.
No sé bailar.
No sé contar chistes.
Me siento incómoda en las fiestas
y me pone ansiosa estar rodeada de mucha gente.
Los transportes públicos me angustian.
No puedo mirarme al espejo sin sentirme vieja,
gorda o ridícula.
Tengo la sensación constante de que soy un fraude
y de que, en cualquier momento,
los demás van a descubrirlo.
Convivo con una imaginaria
(y agotadora)
inminencia del desastre.
No sé criar hijos ni mascotas:
ni las amenazas ni los ruegos consiguen
que los unos no dejen la ropa tirada por toda la casa
y las otras no orinen en la cocina.
Tengo trastorno bipolar,
erupción polimorfa lumínica,
insomnio
y dolor de estómago crónico.
Me aburren casi todas las series de Netflix.
Sin embargo,
funciono perfectamente como paño de lágrimas:
 todo el que me conoce
me elige para contarme sus cuitas.
Porque soy discreta
y sonrío tanto
que el mundo da por sentado
que soy una mujer sin problemas.



 Arte: @TashySoda

jueves, 27 de diciembre de 2018

VIVIEN LEIGH SE SIRVE OTRA COPA DE VINO


VIVIEN LEIGH SE SIRVE OTRA COPA DE VINO

La noche da sus primeros pasos y ella es vieja,
es vieja desde antes de nacer,
una muñequita de porcelana envuelta en hojas de té indio,
una muñequita de porcelana con ojos verdes
y corazón antediluviano.
Si un poema empieza
con un nudo en la garganta
fueron poemas todos los días de su vida.

Vivien Leigh se sirve otra copa de vino.
Una vieja loca por los gatos
con mohines de dama sureña.
Una vieja que dependió siempre
de la amabilidad de los extraños.
Una vieja que escribe para nadie
la historia de un animal tuberculoso que se muere y no,
que se muere y cuándo.

Vivien Leigh se sirve otra copa de vino.
En la mentira tibia del alcohol flota su cerebro
como un feto inviable.
No debería haber nacido.
Nunca hubo un pezón que apaciguara
su berrido de ciervo alienado.
Nunca hubo un gesto de luz
dentro de su cabeza bella y vieja.

Vivien Leigh se sirve otra copa de vino.
Y otra.
Y otra.
De repente el aire falla
y sus pulmones son enaguas de encaje rotas.
Pero no importa.
No importa.

Después de todo,
mañana no será otro día.
La noche da sus primeros pasos
pero ella sabe
que llegó y se queda.


Arte: "Vivien Leigh Reading with Tissy" Roger Furse

lunes, 24 de diciembre de 2018

MAMITA QUERIDA


MAMITA QUERIDA

Joan abre la puerta del cuarto de Christina.
Está borracha, está  furiosa.
Veneno para la taquilla dijeron los críticos.
Alguien tiene que pagar por eso.

Mi mamá no me ama sueña Christina.
El primer golpe cae sobre su cabeza
como el ladrido de un perro funerario.
Joan grita y grita,
su ombligo divide las aguas del hambre,
la noche se ensañó con sus sábanas
y el whisky fue el único hombre en su garganta.

El primoroso camisón de Christina
se empapa con orina y miedo.
Sus piernas flacas se crispan
como ranas en una sartén.
Joan grita y grita,
perchas de metal no,
veneno para la taquilla,
alguien tiene que pagar por eso.

Joan arrastra a Christina hasta al baño,
la obliga a desnudarse y  temblar
debajo del vómito helado de la ducha.
Ninguno de sus amantes estuvo disponible esa noche.
Veneno para la taquilla.
Alguien tiene que pagar por eso.
Alguien tiene que pagar por su belleza en fuga.

Christina cae como un conejo sin timón
en la madriguera del llanto
y se acurruca
en un país de párpados hinchados.
Joan se hace fuerte
en su reino de platos rotos.
Los sirvientes esconden las botellas de whisky
sin quitarse las vendas de los ojos:
acá no pasó nada.
Mañana es Navidad.
y los paparazzi llegarán temprano
para fotografiar a los hijos de la Crawford
abriendo sus regalos.

Mi mamá no me ama
pensará Christina
frente al estúpido desafío
de un paquete dorado.

Joan sonreirá,
por supuesto.


Fotografía: Joan y Christina Crawford, Getty Images

sábado, 22 de diciembre de 2018

MERCEDES DE ACOSTA ESCRIBE SU PRIMER POEMA DE AMOR PARA GRETA GARBO


MERCEDES DE ACOSTA ESCRIBE SU PRIMER POEMA DE AMOR PARA GRETA GARBO

Cuando se conocieron
la Garbo elogió el brazalete que llevaba Mercedes.
La poeta no dudó en convertirlo
en una ofrenda a la Diosa:
“Lo compré para vos en Berlín”,
murmuró mientras se lo quitaba de la muñeca
y lo dejaba a sus pies.

Ahora, sola en su cuarto,
Mercedes evoca los ojos eternos de Greta,
su media sonrisa inescrutable,
sus pechos reprimiendo el salto como conejos tibios
debajo de la blancura prometedora del sweater.
Ella,
que se jactaba de ser capaz de quitarle la mujer a cualquier hombre,
sabe que no es digna de la Diosa,
pero comprende que una palabra suya
bastaría para salvarla.

Ahora, sola en su cuarto,
Mercedes de Acosta escribe su primer poema de amor para Greta Garbo.
Su boca es un hervidero de abejas y aguijones
ungidos por el deseo.
Entre sus muslos
un hilo de luz se convulsiona
en una danza de luciérnagas y hambre.

Mercedes elige cuidadosamente las palabras
(siempre hay que elegir cuidadosamente las palabras
cuando se habla de amor).
Las abejas se escapan de su boca,
besos en tropel que mueren en el aire,
y un sabor a canela y a naranja
madura en la cresta de su lengua.
El sabor del sexo de la Diosa,
adivina,
y se persigna en nombre de la Garbo,
de su cuerpo largo y sagaz,
de sus pezones fosforescentes que la apuñalan
y  la hacen caer de rodillas.

Mercedes cae y escribe.
Escribe.

Su primer poema de amor para Greta Garbo.

Su primer poema de amor.



Arte: "Greta and Mercedes" Jody Little

jueves, 20 de diciembre de 2018

LA CHICA IT


LA CHICA IT



Había una vez una niñita sucia y escuálida

con la que nadie quería jugar.

Una niñita convertida en una calle de huesos y hollín

que el dolor recorría una y otra vez,

pisando fuerte.

Una niñita hambrienta,

golpeada, violada,

haciendo equilibrio en la cuerda del miedo.

Podría haber caído al vacío

pero cayó en Hollywood

y por unos años se creyó, como tantas,

el cuento de Cenicienta.



Había una vez una piba de barrio

de acento tosco y mohines celestiales

que se convirtió en estrella

y recibía 45.000 cartas de amor por día,

45.000 jadeos, 45.000 promesas de eternidad.

Con su corte de pelo bob,

sus vestidos cortos,

su boquita pintada en forma de corazón,

se instaló en el imaginario popular como la chica it

y se prohibió el té caliente y las aspirinas

para no curarse jamás

de la gripe feliz del éxito.



Había una vez una pelirroja con una Packard rojo,

un gran danés rojo,

un koala rojo,

que se paseaba por Sunset Boulevard,

pisando fuerte

y amaba a los hombres que querían jugar con ella

y no se reían de sus piernas flacas,

su madre esquizofrénica,

su padre ausente sin aviso.



Había una vez una mujer llamada Clara

que pagó caros su libertad y su acento de Brooklyn.

La acusaron de tener sexo en público,

de participar en algún ménage à trois picante

con putas mexicanas,

de retozar con un equipo completo de fútbol,

con su gran danés,

con su koala.

De recordarle a la crème de la crème de la industria

que ellos también venían del barrio,

del barro.



Clara Bow,

la chica it,

fue una de esas mujeres  

que algunos creen fáciles de etiquetar:

bruja o loca.

Hoguera o electroshock,

usted no elige.




Arte: "Clara Bow, Vintage Movie Star", John Springfield 

martes, 18 de diciembre de 2018

UN VIEJO MARICÓN



UN VIEJO MARICÓN



Ramón Novarro fue,

en su juventud,

el álter ego de Rodolfo Valentino.

Había lavado muchos platos

y servido muchas mesas

antes de convertirse

en un Ben Hur latino y musculoso

corriendo insólitas carreras de cuadrigas

en las playas de Nueva Jersey.

Había pasado muchas noches rezando,

(Dios te salve, María)

antes de comprender

que el cuerpo no era un pecado.



En 1968 

poco quedaba de su antigua gloria.

Para la industria del cine, hipócrita y pacata,

era, apenas,

un viejo maricón que pagaba por amor.

Lo mataron a golpes

dos machitos feroces que justificaron la sangre

vendiéndose como chicos inocentes

acosados por un pervertido.



La prensa publicó que  Ramón había muerto

con un consolador art decó de grafito,

autografiado por el divino Rudy,

incrustado en la garganta.

Eran tiempos de brujas y cacerías:

un viejo maricón ameritaba

un final con escándalo.



Algo que les recordara a los lectores de la “TV Guide”

y a los devoradores de hamburguesas

que el que mal anda, mal acaba,

siempre.




Arte: "Ramon Navarro, Silent Movie Star", John Springfield